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Corazones que nos transforman

By 22 octubre, 2016No Comments

Corazones que nos transforman

 

Pasando el ecuador del viaje solo nos nacen palabras de agradecimiento hacia un pueblo que nos ha entregado lo poco que tienen y lo muchofoto1 que poseen: su alegría, su bondad y su ternura. Camboya no deja de sorprendernos en toda su amplitud desde sus paisajes hasta sus gentes, sus transportes, su basura, sus lluvias, su forma de vida y como no su Fe. De los paisajes camboyanos nos quedamos con los caminos de tierra roja llenos de animales diversos a los lados y la gran cantidad de vegetación y vida.

Para dos maestras como nosotras es un lujo compartir «aulas» entre los más humildes que con escasos o ningún recurso llegan, con su sonrisa en la cara, a la clase dispuestos a aprender y a divertirse sin pararse a pensar en lo costoso que se les hace llegar al colegio. En muchos casos son bastantes kilómetros los que deben caminar pasando por arrozales, que se hacen inmensos en esta época de lluvia llegando allí, calados hasta los huesos y, como viene siendo habitual, en este tipo de misión, sus pies vienen descalzos. Es palpable a la vista la desnutrición en sus cuerpos y la falta de cariño. La responsabilidad de los hermanos mayores sobre los menores, y nos admira la capacidad de esfuerzo por estar bien y por compartir los pocos bienes que tienen. Observamos que la familia es el pilar principal en Camboya, donde el padre y la madre buscan el alimento y la estabilidad para ella, eso sí, sin apenas abrazos y por supuesto ningún beso, cultura asiática.

Pero no siempre los cuidados ofrecidos por los padres son los adecuados, pues los niños pasan largas horas en la calle, en el mercado o en casa de algún otro amig@.

foto2Nos parece fundamental resaltar la situación religiosa en este país donde conviven con respeto y cariño diferentes religiones tales como budista, musulmana, protestantes y en gran minoría católicos. Por parte del obispado  de Phnom Penh los padres  diocesanos llevan a cargo la evangelización a través de la educación y catecismo en varios lugares distantes entre sí. Las hermanas Misioneras de Santo Domingo colaboran en esta misión quedándose en esas aldeas durante 3 o 4 días a la semana con bajo presupuesto y escasa infraestructura. Las actividades que realizan además de contribuir a mejorar la alimentación, es dar alfabetización, clase de inglés y acogida para esos niños que tanto lo necesitan.  También visitan enfermos y personas mayores. Toda una labor que requiere tiempo, esfuerzo e inversión económica debido a los transportes que precisan para llegar hasta los proyectos y los recursos que ofrecen a los niñ@s.

Pues bien, aquí  estamos, que después de muchas experiencias de misión y de trabajo en «el primer mundo» seguimos aprendiendo del corazón de grandes y pequeños. Estamos muy agradecidas  a las hermanas por todo lo que nos han permitido vivir en el tiempo que estuvimos allí, y como no, por hacernos sentir como en casa, formando parte de esta gran familia. Sin duda, un destino de misión para próximos voluntarios. Unidos en oración por la mejora del mundo.

Esther Álvarez y Natalia Ballesteros

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