El gran regalo de la esperanza
llega con la Resurrección
En el transcurso de la Semana Santa, desde el Domingo de Ramos hasta el día de hoy, hemos visto y contemplado a un Hombre aclamado, vitoreado, vendido, traicionado, clavado en una cruz como malhechor, perdonando a quienes lo crucificaban y muerto en un madero, un Hombre que nos prometía la salvación, pero no la esperada por el pueblo judío. Y este Hombre, llamado Jesús fue la última Palabra de Dios al mundo.
Cristo murió en la cruz o mejor dicho, fue la muerte quien murió en esa cruz. Jesús había hablado siempre del Amor y si nosotros hubiéramos escuchado, estaríamos enamorados de este Hombre porque de tanto hablar del amor, uno se enamora y el amor te lleva al perdón escribiendo en la arena los errores de los hermanos. Hoy mirando la cruz a sus pies como María, su Madre, podemos llegar a esa gran explosión al amanecer del tercer día de la semana, al amanecer del domingo.
El gran regalo de la Esperanza llegaba con la Resurrección. “No sabemos dónde lo han puesto” le contestaron a María Magdalena. Ella que de pronto quedo aturdida, asustada, corrió a avisar a los demás, fue una mujer quien se acercó primero a terminar de embalsamar al Maestro y fue la mujer quien aviso. Jesús no estaba, había resucitado, allí quedaba la sabana para dar testimonio de la vida nueva, Él no estaba pero estaba VIVO. Los discípulos, los seguidores que tanto anduvieron con EL ciertamente no habían entendido nada, ni le habían comprendido y ¿le habían creído? Parece que no porque se asustaron al ver que no se encontraba donde lo habían dejado cuando lo bajaron de la cruz.
La resurrección estaba ahí ante sus ojos, en esa sábana caída que Él no recogió, la dejo para que fuera el testimonio de su vida de vuelta a la VIDA, la que nos había ofrecido, de la que tanto habló y no pudieron comprender ni comprendemos hoy nosotros.
La tumba vacía, la piedra corrida, la túnica caída, eran la manifestación de la resurrección de Cristo, el sol brillaba para el mundo, la alegría de la vida se dejaba ver en los discípulos de Emaús, en las mujeres que le habían seguido, en esos hombres incrédulos muchas veces, a ellos les dice “tocad mis manos y mi costado” para dar fuerza a su fe, para alentar su mandato de que debían y debemos amar, para llevar a todos su mensaje.
La resurrección es la gran esperanza de todo el que cree, es la invitación a todo el que quiere creer, a todo el que quiera seguirle y a todos los que les ha prometido esa vida eterna, mejor, distinta y que nunca morirá. La muerte no es el fin sino el principio, la muerte a la que deseamos alejar de nuestras vidas, es compañera hasta que nos invite a seguirla pero la resurrección de Cristo nos espera al final del camino para dar vida a esa esperanza que desaparecerá cuando nos encontremos en EL.
Jesús ha resucitado. Que la alegría de esa esperanza en la resurrección sea plena y feliz cada día en nuestras vidas.
¡ALELUYA! ¡FELIZ RESURRECCIÓN!