TIEMPO DE ESPERA, TIEMPO DE ESPERANZA…
Llevamos semanas observando escaparates repletos de “cosas” que invitan, o más bien impulsan, a ser compradas; se anuncia el encendido oficial de luces, empieza a haber más ajetreo en las calles… hasta algún villancico suena en determinados lugares. Y asociamos todo esto con la preparación de la Navidad que esperamos…
Pero ¡atención! Si entramos en esta barahúnda podemos descentrarnos de la verdadera preparación de nuestra Navidad…
Contamos con un tiempo especial que no hemos de limitar a cuatro semanas, pero sí son las que la iglesia nos ofrece, en las que nos preparamos para celebrar un hecho decisivo: Dios se ha hecho hombre, Dios ha venido a vivir nuestra misma vida, Dios ha entrado en nuestra historia y ha hecho suya nuestra debilidad.
Para poder celebrar lo que la Navidad significa, tenemos que despertar en nosotros una actitud de espera, de deseo de la venida del Señor. Esto es el Adviento que reconocemos y cantamos como “tiempo de espera, tiempo de esperanza”…
También hoy, en medio del mencionado alboroto, Dios vuelve a decirnos que quiere venir a vivir entre nosotros… nos hace una propuesta: que le dejemos entrar en nuestra casa. Prestemos atención, no vaya a ser que llegue a nuestra puerta, toque suavemente, como El acostumbra, y entre tanto bullicio tenga que esperar con el oído pegado para poder oír si alguien le responde desde dentro…
O encuentre por respuesta: “Mañana te abriremos”…