En la solemnidad de Cristo Rey, y con la Plaza de San Pedro en Roma llena de peregrinos, el papa Francisco clausurará el “Año de la Fe” inaugurado por el papa emérito Benedicto XVI.
Un año en que el tema de la fe ha sido puesto a la luz. No hay duda de que hemos salido fortalecidos de esta celebración:
* Una encíclica sobre la fe, ofrece una exposición clara de lo que es la fe y cómo podemos vivirla en un mundo que necesita
de la «luz» de Jesucristo.
* Encuentros y ceremonias de reafirmación para los creyentes
* Nuevos santos y beatos evangelizadores
* Se redoblaron los esfuerzos misioneros
* El misterio de la Eucaristía estuvo en el centro
* Ha habido un incremento de las confesiones
* Muchas personas se acercan de nuevo a la iglesia
* Aumento de iniciativas, en las parroquias y en las diócesis
* Se ha retomado el estudio de los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo
* …
El Año de la Fe fue concebido como una experiencia de nueva evangelización. Y me lleva a preguntarme si esta experiencia ha sido para mí una oportunidad para reflexionar sobre cómo estoy viviendo mi relación personal con Jesucristo y cómo me lanzo a dar testimonio de la fe y de la caridad. Por pertenecer a un Instituto misionero estoy ante un desafío permanente…
Las actividades y encuentros me pueden ayudar en el crecimiento en la fe, pero el testimonio personal puede transformar la vida de los demás. El lema de nuestro último Capítulo General y el de las tareas a realizar durante el sexenio que iniciamos, “firmes en la fe, en la fraternidad y en la misión“ impulsa a vivir la fe en la vida cotidiana.
También, el Papa emérito Benedicto XVI lo ha explicado bien: “toda obra de caridad exige estar acompañada de la fe, para que sea efectivamente una manifestación concreta del amor de Dios por todos los hombres, y no un simple humanismo o una mera empresa de promoción humana”.
Ahora, pues, me toca seguir, desde la realidad de cada día, con este empeño y hallar nuevos caminos para la evangelización.
Sor Mª Dolores Requejo