Con el lema “La vida consagrada, profecía de la Misericordia” se ha clausurado en todas las diócesis el año dedicado a la vida consagrada.
Si hacemos balance de este año podemos mirar atrás con profunda gratitud a Dios por todos los acontecimientos que han tenido lugar con respecto a la vida consagrada y le pedimos que nos conceda la gracia de seguir viviendo el presente con una entrega apasionada por Cristo y por el Reino confiando en Providencia divina que no nos ha de faltar. Le pedimos también la gracia de ser profetas de esperanza.
Junto a la vocación profética está, de modo inseparable, la vivencia de la Misericordia de Dios. Solo podremos anunciar la misericordia si antes la hemos experimentado.
Roguemos al Señor para que este Año Santo de la Misericordia, seamos testigos infatigables del amor de Dios que el mundo tanto necesita.