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Navidad

By 24 diciembre, 2013abril 5th, 2016No Comments

Navidad

Llegas precisamente ahora
sin avisar tu itinerario.
¡Alguien te espera sin saberlo
en la cueva de su pregunta!
Llegas en la hora inevitable,
urgente, de un parto maduro.
¡Habrá quien te acoja y detenga
su agenda compulsiva!
Llegas en las fronteras
de la ciudad y del saber.
¡Hay un hueco frío en la cultura
como en la noche de Belén!
 Llegas como misterio
ante dogmas y consignas.
¡Abre nuestro «no saber»
por donde puedas entrar!
Llegas desde el Sur,
mestizo, balbuciente.
¡Muchos se atreverán
a oírte y a quererte!
Llegas con la debilidad
de un riesgo infinito.
¡Algunos se perderán contigo
amando hasta el abismo!
 Llegas universal en el don
sin medida de ti mismo.
¡A todos nos piden las entrañas
un encuentro sin orillas!

   (Benjamín González Buelta, sj)

 

 

Gloria a Dios – y en la tierra, paz

«¡… y en la tierra paz a los hombres que él ama!» (Lc 2, 13)

Ahí está el anuncio del ángel. Gloria a Dios, y paz en la tierra. Un binomio inseparable. Porque la guerra, la división, la violencia, desgarra el corazón de un Dios que nos quiere con locura. La paz es la respuesta al amor. Es una decisión, una opción, y un compromiso.
Construir la paz, tender una mano, bajar los puentes levadizos. Seguramente hay en mi vida alguna que otra guerra, alguna que otra alambrada puesta, algún que otro muro que me separa de otros. No es fácil abrir esas puertas.
Pero es necesario, para facilitar el encuentro y la concordia. El grito de paz en la tierra no es la constatación de algo que ya está ocurriendo –demasiadas veces sabemos que eso no es verdad–. Es, más bien, una declaración de intenciones.
Lo que Dios quiere, lo que en Jesús propone, lo que con nosotros espera, es que, a su manera, desde la pequeñez de un niño, construyamos, juntos, la paz.

¿Cómo puedes, hoy, contribuir a llenar la tierra, tu tierra, tu espacio y tus ambientes, de paz?