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¿Quiénes son y que han sido las Religiosas Misioneras de Santo Domingo?
La pregunta no es mera retórica. Una estrella nos acompaña en el camino y nos irá guiando hasta encontrar la respuesta.

 

Santo Domingo de Guzmán, nacido en Caleruega, Burgos, en el año 1170 fue un hombre marcado por la luz. Su misión es dar luz por todo el mundo, anunciando la Palabra de Dios través de la predicación. Domingo predicaba incesantemente. Su pasión era predicar a Jesucristo para la salvación universal.

El varón evangélico se convirtió en varón apostólico y terminó siendo fundador de la Orden de Predicadores.

En 1215 estableció en Toulouse la primera casa de la naciente Orden y el mismo año fue a Roma para solicitar del Papa la aprobación de la misma, aprobación que se llevó a efecto el 22 de diciembre de 1216 por el Papa Honorio III.

El carisma fundacional de Domingo es “la salvación de las almas por medio de la predicación”. Domingo es el hombre que predica, fundamentando su predicación en la oración y la experiencia contemplativa; el estudio como búsqueda de la verdad; la pobreza evangélica y la solidaridad con los pobres; la vida comunitaria.

El mundo continúa escuchando su voz. Como decía Catalina de Siena, “la voz de la predicación de Domingo se escucha aún hoy y continuará escuchándose” por la predicación de sus discípulos y discípulas.

El día 6 de agosto de 1221 muere en Bolonia. Los expertos dicen que murió agotado, “exhausto” de tanto trabajo por la causa del Evangelio.

“Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón…” Esto sólo puede decirse de una persona humana, profundamente humana. Es un honor y una responsabilidad.

 

La estrella acompañó a Domingo a lo largo de su vida, y con él formó la gran constelación de la Orden Dominicana con un estilo de vida que imita al de los apóstoles: personas consagradas de lleno a la proclamación de la Buena Nueva del Reino, que tienen como eje de su vida la oración y el estudio, con la mirada puesta en el servicio evangelizador.

En la segunda mitad del siglo XV se abrió un nuevo campo: LA MISIÓN DEL EXTREMO ORIENTE a la que dan respuesta un grupo de Predicadores con el deseo de que la LUZ llegue a todos los hombres, formándose así  la Provincia del Santo Rosario, para la misión de los no creyentes en el Extremo Oriente. Misión que comienza con la llegada a Filipinas en 1587. Los misioneros dominicos se extendieron desde Filipinas  por Japón, China, Formosa, hoy Taiwan y Vietnam.
Durante tres siglos realizaron sus andaduras apostólicas bajo el signo de la cruz, teniendo como realidad vivida, la aceptación del sacrificio y la disponibilidad para enfrentarse con las privaciones, calumnias, persecuciones y la misma muerte.

Un brazo de la estrella se desprendió y en casi cincuenta años dio origen a otra pequeña constelación: LA CONGREGACIÓN DE RELIGIOSAS MISIONERAS DE SANTO DOMINGO, con un carisma específicamente MISIONERO, fundamentalmente entre los no creyentes.

¡Hemos nacido de la LUZ! ¡Y para la LUZ!

En 1885 comienza una historia sencilla… una mujer llamada Dña. Valentina García Suelto, desea fundar un colegio en la Villa de Ocaña, Toledo. Busca ayuda en los dominicos de la Provincia del Rosario residentes en dicha villa.  En 1887 comienza la andadura de la Congregación entre muchas dificultades y avatares, siempre al amparo de la Provincia del Rosario. En el capítulo provincial de 1890, se incorporan las religiosas de Ocaña a la Provincia del Santo Rosario, haciéndose oficial y canónicamente en abril de 1891.

La incorporación lleva consigo, que desde aquel momento su carisma será como el de los Dominicos MISIONERAS PARA EL ORIENTE.  En este momento nace el carisma misionero.

El 20 de abril de 1892 la comunidad de Ocaña se trasladó a Madrid con la mirada hacia un lejano campo de apostolado misionero. Pasando el 21 de noviembre de 1894 a la Calle de D. Ramón de la Cruz, 4, donde la tarea principal era formarse lo mejor posible para las misiones en Oriente, sin pensar en aquel momento en un aumento o expansión por España. Las religiosas dominicas iban a China a cumplir una misión puramente evangélica y cristiana, así como altamente humanitaria, como era socorrer o salvar a las víctimas del infanticidio, un crimen monstruoso que escandalizó a Europa y conmovió a los católicos de todo el mundo. Las Santas Infancias fueron el fruto más sólido y más puro de las misiones de China.

El día 29 de abril de 1934, es un momento histórico:  la “pequeña constelación” se erigió canónicamente como Congregación.

La semilla sembrada en Ocaña, para la misión de Oriente, por los Dominicos de la Provincia del Rosario, ha dado sus frutos germinando en un frondoso árbol que creció a pesar de los contratiempos y que gracias a esas dificultades ahondó más en búsqueda de firmeza, como hace cualquier árbol en el rigor del invierno, así el árbol de la Congregación germinó en renuevos de apostolado.

La gran extensión geográfica y el constante aumento de sus miembros, junto con la variedad y complejidad de los apostolados, condujeron a la formación de las cuatro provincias en: España-Portugal, Filipinas, Japón y Taiwán; delegaciones en Estados Unidos, Chile y Corea.

Desde el año 1984, en que empezó nuestra presencia en Corea, la Congregación no había hecho nuevas fundaciones en Oriente hasta que de nuevo la Providencia nos fue haciendo sucesivas llamadas, siempre con el objetivo primordial de la misión “Ad gentes” y llegar a aquéllos países donde no había presencia dominicana.

El regreso a China tuvo lugar en 2002. Después de ser expulsadas en 1952, ya en el año 1989, tanto nuestra Provincia-Madre como nosotras, teníamos el deseo de poder regresar y recuperar a nuestras antiguas y primeras misiones. Pudimos comprobar como el grano de trigo, sembrado en esta antigua misión, va germinando lentamente y nos abre a la confianza y la esperanza.

Después de la satisfacción de volver de China, el cual  fue un regreso a los orígenes, comenzaron los contactos, primero con Tailandia en 2003 y casi seguido en Camboya en 2005.

En febrero de 2011 recibimos el permiso pertinente para la instalación de la Congregación en Myanmar.

Ese mismo año, y a petición de las hermanas dominicas vietnamitas empezamos nuestra andadura en tierras de Vietnam, lugar donde la provincia madre ha cosechado muchos mártires y bien sabemos que la sangre derramada de mártires es semilla de nuevos cristianos.

Todas tenemos el privilegio y la responsabilidad de anunciar el Reino de Dios, es una tarea urgente e importante, para la cual nunca habrá obreros suficientes… seamos uno de ellos y anunciemos el Evangelio con nuestra vida donde estemos.

 

Ser miembro de nuestro Instituto implica tener un fuerte “sentido de pertenencia”, siendo conscientes de que ser misionera es querer transmitir a Jesucristo allí donde estemos. Y tener siempre una disponibilidad total a ser enviadas…

Hoy como ayer, el mandato de Jesús sigue vigente: “Id y predicad hasta los confines de la tierra”. Hoy, como ayer, eso implica salir del país, de la casa, de la cultura, incluso de uno mismo, hacia una tierra desconocida, sólo confiando en el Señor. Hoy, como ayer, esto retrae y asusta…

Hoy, como ayer, no faltan en el Instituto hermanas dispuestas a la itinerancia, a darse generosamente fuera de su patria y su cultura en favor de los más necesitados. No faltan hermanas en las que late un gran deseo: ¡ENVÍAME!

Nuestra estrella nos sigue marcando el camino, nos recuerda que estamos llamadas a dejar tras nosotras un destello de luz, de fuego. Pero para ello debemos revitalizarnos, cargarnos de energía por medio del encuentro con el Señor Resucitado, personalmente y en comunidad.

Como miembros de un Instituto misionero internacional, queremos formar una vidriera multicolor que deje pasar esa LUZ a través de nosotras de tal manera que se perciban: los mil colores de nuestros apostolados… los mil colores de la riqueza que suponen la variedad de culturas, la diversidad de lenguas, los distintos estilos de vida que confluyen haciendo UNIDAD EN LA DIVERSIDAD. Los mil colores de un Instituto universal que trabaja sin límites geográficos allí donde la Iglesia la necesite.

Ser Religiosa Misionera de Santo Domingo es:
¡Optar por la proclamación de la Buena Noticia del Reino en cualquier rincón del mundo! ¡Ser luz en la oscuridad! Una estrella nos guía y acompaña.