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Semana Santa

MURIÓ POR TODOS

SE IDENTIFICÓ CON LOS MÁS DÉBILES

Ni el poder de Roma ni las autoridades del Templo pudieron soportar la novedad de Jesús. Su manera de entender y de vivir a Dios era peligrosa. Temían por su poder. Llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia. No le importaba transgredir la ley del sábado ni las tradiciones religiosas, sólo le preocupaba estar cerca de lSemana Santaos necesitados, aliviar el sufrimiento de las gentes enfermas y sufrientes de Galilea.

Se identificaba demasiado, con los débiles, con las víctimas inocentes del Imperio y con los olvidados por la religión del Templo. Y esto no se lo perdonaron. Crucificado entre dos ladrones, en Él se nos revela ahora Dios, identificado para siempre con los pobres, los necesitados, los desechados de la sociedad. Al grito de todos ellos se une ahora el grito de dolor del mismo Dios.

En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda darle culto olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.

Si Dios ha muerto identificado con los más pobres, los más necesitados, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.

Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. No podemos vivir como esniños de la callepectadores de ese sufrimiento. Hemos de rebelarnos contra esa cultura del pasotismo que nos permite sobrevolar y vivir al margen de los crucificados.

En la cruz vemos la monstruosidad del hombre cuando se deja guiar del mal pero también contemplamos el amor inmenso de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si la miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados las victimas de la violencia, del narcotráfico, los inmigrantes, las victimas de la crisis, los que están en paro… que están reclamando nuestro amor solidario y compasivo.Que estan pidiéndonos que seamos su voz, que salgamos de nuestra indiferencia.

 Vivir la Semana Santa implica abrir las puertas de nuestro corazón, de nuestra vida, salir al encuentro de los otros, hacernos cercarnos para llevar la luz y la alegría de nuestra fe.

Vivir la Semana Santa es entrar en la lógica de la cruz, que ante todo no es la del dolor y muerte sino la del amor y don de si, que  genera vida.