San Antón, Iglesia abierta
Al regresar a España, después de 47 años de ausencia, una cosa tenía clara, aunque no sabía cual sería el camino: “que Dios tenía sus planes”. Pasado un tiempo, mi provincial me envió a San Antón. Hay dos cosas especiales por las que quiero dar gracias a Dios. Una es una visión más realista de los que, por diversos motivos, viven en la calle. Muchas veces he tenido que reconocer que “estoy viendo los toros desde la barrera”.
Pienso en soluciones que lo son solo para los que vivimos protegidos. He comprendido, cómo una mujer en situación de calle, deja de beber agua cuando hay muchas fuentes públicas; pero, en realidad, si quiere buscar un camino para salir de esa situación, se tiene que mover y no siempre es fácil. Hay comedores, roperos, etc. que son una ayuda, pero al tener que cargar con la propia casa, solo pueden tener lo imprescindible. Como dice el Papa Francisco esta situación debería siempre ser temporal pues el hombre tiene derecho a un trabajo digno y la calle, es además, una gran tentación en muchos sentidos. Las adiciones están siempre al acecho y cuando la sociedad y uno mismo se siente “como despojo humano” la fuerza que empuja hacia la evasión es demasiado fuerte. Por otra parte el acostumbrarse a vivir “con lo que me dan”, cómodo pero humillantes, puede llegar a ser como otra forma de adición.
Hay una realidad, además de las dificultades múltiples que tienen ellos para integrarse a un nuevo trabajo, están las prevenciones sociales hacia los que han vivido en la calle. Ya que cada persona es una preciosa realidad irrepetible, apoyarla para que viva dando lo mucho que tiene que ofrecer es mi ideal ¿cómo realizarlos?
¡Cuántas veces pienso en todos esos millones que la corrupción desvía del camino y debían estar apoyando una reintegración verdadera a una “sociedad verdadera” en la que no sea el dinero el que da la dirección a todo.
San Antón me ha hecho sentir la necesidad de la misión en España. Misión auténtica, paciente, comenzada desde la educación en auténticos valores y dando la fuerza para que la captación de esos valores no sea un peso insoportable para conciencias honestas al ver claramente el ideal sin tener fuerzas para realizarlo.
La segunda experiencia preciosa en San Antón se relaciona con el rezo del rosario. No es algo que yo escogí, sino algo dado sin que yo lo pidiera. Se puede seguir desde todo el mundo en la web sananton.net. La meditación de los misterios, volviendo a experimentar que, al intentar trasmitir, eres tú quien más recibes, me ha hecho a mi misma profundizar en ellos y en la conciencia de unión con todos los hermanos que oran en diversos lugares, abrazando así, al mundo. Por eso, aunque algunas veces en San Antón no tengo respuesta, puedo “escuchar” la que viene de todo el mundo abrazándole entre todos y creyendo que esa corona de rosas que se nos legó podrá hacer lo que nosotros no podemos.