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San José

San José, el hombre en el que confia el cielo

Con la Carta apostólica Patris Corde (Con corazón de padre), el Pontífice recuerda el 150 aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Universal y, con motivo de esta ocasión, se celebrará un año dedicado especialmente a él.

Compartimos a continuación algunos párrafos de la carta que nos pueden ayudar a vivir en profundidad este año recordando sus virtudes.

San José, un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador, siempre en la sombra: con estas palabras el Papa Francisco describe a san José de una manera tierna y conmovedora.

En el trasfondo de la Carta apostólica, está la pandemia de Covid-19 que -escribe Francisco- nos ha hecho comprender la importancia de la gente común, de aquellos que, lejos del protagonismo, ejercen la paciencia e infunden esperanza cada día, sembrando la corresponsabilidad. Como san José, «el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta». Y sin embargo, el suyo es «un protagonismo sin igual en la historia de la salvación».

Expresó su paternidad al haber hecho de su vida una oblación de sí mismo en el amor puesto al servicio del Mesías. En él, «Jesús vio la ternura de Dios», la ternura que nos hace “aceptar nuestra debilidad», porque «es a través y a pesar de nuestra debilidad» que la mayoría de los designios divinos se realizan. «Sólo la ternura nos salvará de la obra» del Acusador, subraya el Pontífice, y es al encontrar la misericordia de Dios, cuando podemos hacer «una experiencia de verdad y de ternura», porque “Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona”

José es también «un padre en la acogida», porque «acogió a María sin poner condiciones previas», un gesto importante aún hoy «en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente». Pero el Esposo de María es también el que, confiando en el Señor, acoge en su vida incluso los acontecimientos que no comprende, dejando de lado sus razonamientos y reconciliándose con su propia historia. José es el hombre que acoge, lo que no significa que sea «un hombre que se resigna pasivamente». Al contrario: su protagonismo es «valiente y fuerte» porque con «la fortaleza del Espíritu Santo», aquella «llena de esperanza», sabe “hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia”. Por ello, su acogida “nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles”.

Patris Corde destaca «la valentía creativa» de san José, aquella que surge sobre todo en las dificultades y que da lugar a recursos inesperados en el hombre. «El carpintero de Nazaret -explica el Papa- sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia». Custodio de Jesús y María, «no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia»: cada necesitado, pobre, sufriente, moribundo, extranjero, prisionero, enfermo, es «el Niño» que José guarda y de él hay que aprender a «amar a la Iglesia y a los pobres».

Honesto carpintero que trabajó «para asegurar el sustento de su familia», José también nos enseña «el valor, la dignidad y la alegría» de «comer el pan que es fruto del propio trabajo». «Es necesario comprender», escribe Francisco, «el significado del trabajo que da dignidad», que «se convierte en participación en la obra misma de la salvación» y «ocasión de realización» para uno mismo y su familia, el «núcleo original de la sociedad». Quien trabaja, colabora con Dios porque se convierte en «un poco creador del mundo que nos rodea». El Papa llama a todos a «revisar nuestras prioridades» para comprometerse a decir: “¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!”.