En la puerta misma de la Navidad, se nos ofrece un domingo para, personal y como comunidad cristiana, no nos dejemos robar la Navidad. Si nos roban el motivo de la Navidad que es Jesús mismo y su protagonismo en nuestra vida, nos dejamos despojar de un tesoro fecundo que ninguna campaña comercial, ni ninguna costumbre social podrá sustituir. Las fiestas navideñas tienen múltiples y valiosos valores: la familia, los niños, la alegría, el desearnos la paz y un buen año nuevo. Pero sin el valor central: Cristo con nosotros, todo puede quedarse en meros deseos que no alimentan ni esperanza, ni cambios a mejor.