CATALINA PROMOTORA DE PAZ
Cuando los conflictos mundiales ya no nos sorprenden, porque la seguridad no existe y medio planeta está en guerra, la figura de Catalina emerge invitándonos a conjugar los movimientos de nuestra vida y corazón, sabiendo que la paz, nace de un compromiso por la justicia y la verdad. Es urgente combinar: Compasión y misericordia, de las que nace la auténtica denuncia de la inmoralidad y a partir de la cual es posible erradicar la violencia que nace del desamor y del egoísmo.
La paz auténtica, nace, para Catalina, del corazón reconciliado, que no se avergüenza de vivir, obrar e invocar el nombre de Dios, pero no para hacer la guerra, sino para llamar a la conversión, reconciliando primero al hombre consigo mismo y con Dios, y luego a Dios con la humanidad: De la vida en Dios, no es posible que surja ningún deseo de venganza, de violencia ni desamor.
La vida de fe y la experiencia de Dios, exigen del creyente un compromiso por la justicia y la paz. No es posible ser creyente y permanecer indiferente ante la sociedad y el sufrimiento de los hombres y mujeres: El Dios del éxodo que oía los clamores de su pueblo y no podía soportarlos, sigue manifestándose en aquellos hombres y mujeres que descubren su presencia y se dejan enviar para decir a los que sufren, a los que oprimen, la humanidad: “Yo soy, me envía…”. Si no hay urgencia por redimir, por aliviar, por unir, no hay vida en Dios.
Es hora de vivir de lo esencial: si hay un viejo sistema que está cayendo, si las estructuras están agonizando, hay que dejar que caigan y mueran, si han de morir y desaparecer, con tal que todos nos comprometamos a construir algo nuevo pero desde dentro; desde la real experiencia de conocimiento de nosotros mismos y de Dios, donde el otro, la persona, no nos puede resultar indiferente.