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Domingo de Ramos

By 23 marzo, 2024No Comments

Hoy la iglesia nos presenta la oportunidad de aclamar a Jesús en nuestros corazones como rey y centro de nuestras vidas. Al igual que las gentes que gritaban ¡Hosanna al Hijo de David, Bendito el que viene en nombre del Señor!, nosotros queremos seguir a Cristo, aunque sea complejo el proceso de seguimiento, sabiendo que detrás de la complejidad de la vida encontraremos la Luz, Luz de vida en la Pascua Eterna.

Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.

Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia y pasividad ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.

Seguir así a Jesús trae consigo, más tarde o más temprano, conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuesto a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios revelado en Jesús. Quieren otra cosa.

Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús, es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el Evangelio. Sin embargo, es tan importante o más «padecer»: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica.

Al final de su vida, el teólogo K. Rahner escribió así: «Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y, a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el Evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser Al final sólo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús».