El Papa:
no hay unidad sin conversión, oración y santidad
El Papa Francisco ha afirmado que la vida religiosa tiene sin duda una vocación particular en la promoción de la unidad de los cristianos. Lo ha hecho durante la audiencia con los participantes del Coloquio ecuménico de religiosos y religiosas promovido y organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, con ocasión del Año de la Vida Consagrada.
Durante su discurso, el Santo Padre ha compartido con los presentes algunos pensamientos sobre la importancia de la vida consagrada para la unidad de los cristianos.
“No es casualidad que numerosos pioneros del ecumenismo hayan sido hombres y mujeres consagrados”, ha observado. Asimismo ha recordado que “varias comunidades religiosas se dedican intensamente a tal objetivo y son lugares privilegiados de encuentro entre cristianos de distintas tradiciones”. A propósito ha mencionado Taizé y Bose, presentes en el encuentro. Francisco ha asegurado que “la vida religiosa nos muestra precisamente que esta unidad no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un don del Espíritu Santo, el cual realiza la unidad en la diversidad”.
En segundo lugar, el Santo Padre ha señalado que “no hay unidad sin conversión”. Al respecto, ha asegurado que “la vida religiosa nos recuerda que al centro de toda búsqueda de unidad, y por tanto de todo esfuerzo ecuménico, está sobre todo la conversión del corazón, que comporta la petición y la concesión del perdón”.
Otro aspecto: “no hay unidad sin oración”. El Papa ha indicado que la vida religiosa es una escuela de oración. Por eso ha animado a los presentes a rezar por la unidad de los cristianos y traducir esta oración en las actitudes y en los gestos cotidianos.
Finalmente, Francisco ha señalado que “no hay unidad sin santidad de la vida”. La vida religiosa –ha explicado– nos ayuda a tomar conciencia de la llamada dirigida a todos los bautizados: la llamada a la santidad de vida, que es el único camino verdadero hacia la unidad.
Para concluir el discurso, el Santo Padre ha pedido al Señor que bendiga “abundantemente vuestro ministerio y os inspire para trabajar incansablemente por la paz y la reconciliación entre todas las Iglesias y las Comunidades cristianas”.