«Todos pedían una señal y ésta es la señal: el abajamiento total de Dios. La señal es que en Navidad, Dios se enamoró de nuestra pequeñez y se hizo ternura; ternura para toda fragilidad, para todo sufrimiento, para todo límite. Todos buscaban la ternura de Dios, Dios hecho ternura. Y Dios se hizo hombre allí dónde un hombre trabaja, sufre y goza.
Dios «pone su morada» entre los hombres para compartir nuestra vida»